El viernes se estrenó «Pancho, el perro millonario», que cuenta la historia de un animal que gana la lotería y vive como un Rey. Es una historia real. A Cook, el animal que está detrás del personaje, le tocó la lotería por varias razones. La primera, porque cayó en manos de Antonio Valor, su adiestrador, su amigo y su humano y porque nunca más se separaron.
«Es mi compañero. Lo es todo para mí», comenta el adiestrador del perro más famoso de España, un profesional de filmar con animales que ha hecho de él una estrella a la altura de Lassie o Rintintín. En realidad, Pancho se llama Cook. En 2001 Antonio lo compró en Barcelona por 70.000 pesetas, cuando en España no se sabía lo que era un Jack Russell. Fue él el que los puso de moda. «Ahora, en las tiendas de animales la gente pide un «Pancho» y todo el mundo quiere hacer una foto con él».
Antonio Valor nació hace 48 años en los campos de Badajoz en una familia de agricultores y ganaderos y desde chico tenía mano para los perros. El primero fue Chan, un mastín gigantón al que enseñó defensa y ataque. Después vinieron muchos más, pero ninguno como Cook. Lo eligió casi por casualidad. «Había dos: uno blanco y Cook, con ese parche que tiene. Cuando le di la tarjeta a la dueña, él la cogió y por eso lo elegí». No sabían entonces la carrera que les esperaba.
Actor de carácter
Cook era «un perro temperamental» con aptitudes para la actuación. Entonces, después de participar en decenas de producciones, le tocó la lotería cuando Loterías y Apuestas del Estado lo fichó como el perro millonario. Fue una alegría a medias, pues tal fue su fama que durante un año no hizo nada. «Estaba parado, pues se había encasillado en el papel», explica su dueño. Como las grandes estrellas, todo el mundo lo relacionaba con los sorteos y no podía vender otra cosa. Después actuó en «La que se avecina» y en otras series y en 2007, Loterías le hizo un contrato en exclusiva y desde entonces fue el heraldo de la suerte. Cuando apareció en los Goya, los productores decidieron hacer una película con él.
El rodaje ha durado más de 40 días y ha resultado agotador para su adiestrador. Las escenas más difíciles fueron curiosamente las que se rodaron con otros perros. Cook es capaz de mirar como Clark Gable, pero pierde los papeles con los machos. «Es muy dominante». En previsión de lo que pudiera pasar, tiene un doble para escenas «peligrosas» que casi no aparece en la película. Tampoco le gusta verse en pantalla, pues cree que es otro perro y se gruñe a sí mismo.
Amante del jamón ibérico
Durante el rodaje, el perro está jugando. Básicamente, hace cosas para conseguir la pelota o comida. Le pirran el jamón de york y el pollo cocido, pero su preferido es el jamón ibérico «y os aseguro que sabe cuál es el ibérico», asegura Antonio. Con ese fin, es capaz de lo que sea. Se levanta, se acuesta, se pone de pie, gira y hasta pone caras. «Lo más difícil es la expresión, la mirada», explica el adiestrador.
Cuando es Pancho, Cook lleva un collar de brillantes con una P colgando, descansa cada 10 minutos en una cama, tiene un camerino con cama, comida y agua y le atiende una maquilladora. Sara lo adorna con mascarilla, lo peina, lo limpia y remarca su mancha con tiza.
Cuando no está actuando, también hace lo que le viene en gana. Duerme con Antonio a los pies de la cama y se sube al sofá sin que le chisten. Sale tres veces al día y por la mañana hace ejercicio adaptado a sus trece años de edad y juega un rato con la pelota. Pero es un perro mayor. Antonio, que siempre ha tenido animales, sabe que algún día, no muy tarde, se irá para siempre. «Es así, pero no puedo ni pensarlo».